Cuando nos montamos en el Patrol camino de Fetendoti el sol todavía guarda clemencia. Paciente y al acecho asoma por las crestas desnudas de los montes de Hombori.
Pronto nuestra curiosidad se ve recompensada. Gracias a la costumbre dogon de construir las escuelas en las afueras del poblado, nuestros ojos pronto distinguen de la silueta a contraluz de los muros y tejados en forma de capucha de Fetendoti, una forma rectancular, distinta y única, alejada del grupo de casitas.
Unos metros a distancia de la escuela de adobe el cobertizo de paja sigue ejerciendo tímidamente sus funciones de escuela. Entre las ranuras de sol que se cuelan por las ramas de mijo, descubrimos este tesoro de ojos curiosos y atentos, manos aplicadas y... ¡pupitres nuevos!
Unos latigazos de sol antes...
El material se reparte entre las escuelas de Seguendourou y Jarawal. Como ya es habitual la visita a estas dos escuelas no está exenta de sorpresas.
La escuela de Seguendourou es a la vez establo y gallinero.
Parece un detalle sencillo pero, por inesperado, nos emocionó.
En Jarawal, sin embargo, nos reciben un grupo de niños con escuela de ladrillo y caligrafía de pupitre y nos regalan un rato de canciones. Nosotros correspondemos a sus canciones con un “Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará” y con la entrega de material escolar.
Con los coches cada vez más ligeros de equipaje llegamos por tercer y último día a la escuela de Fetendoti.
Este momento será, sin duda, el momento más especial del viaje. En la foto veréis lo mismo que nosotros al acercarnos a la escuela... mientras nos entreteníamos en observar las ventanas y puertas recién pintadas, vimos como la puerta se abría, y del interior salía un río de niños... allí estaban los nuevos pupitres, el maestro y los alumnos de Fetendoti. La nueva escuela ya estaba en funcionamiento, puntual como un reloj al que acaban de dar cuerda y tiene prisa por contar las horas.
Comenzaba de nuevo un ritual al que empezábamos a acostumbrarnos, el de descargar cajas de material y hacer entrega a los maestros bajo la atenta mirada de los niños y niñas.
El lazo con la vida de estas gentes, con su presente y con su futuro, cada vez era más estrecho, y nos apretaba el estómago con un nudo de emoción. Quizás fue sólo un momento de ilusión, pero en ese instante todos éramos niños en una escuela, atentos, curiosos, agradecidos, ilusionados y con un futuro por dibujar.
Terminamos el diario de este viaje con más fotos, de la escuela, de los niños, de los bailes, y de Mali.
Muchas, muchísimas gracias a todas las personas que han colaborado en este viaje, recolectando material escolar durante meses, pintando la escuela y acompañando al grupo en Malí: Jordi, Carme, Vicky, Cristina, Ramón, Fermín, Fermín JR, Beatriz, Marcos, Cristina, Sandra, Álex, Toni, Elena, Salva, Madi, La Maña, Rene, Eva, Montse, Núria, Pep, Gemma, Imma, Caja de Ahorros del Mediterráneo, La Caixa, Layers Shorts y Gestió (Oscar y Joaquim), Club de Fútbol Casablanca, Piñeiro Intersport y unos cuantos más...
Podéis mandarnos vuestros comentarios y fotos a escolesdogons@gmail.com o haciendo clic aquí
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